martes, 28 de octubre de 2008

UNA TARDE DE CULTURA

Cualquier día de la semana podemos programarnos con las actividades culturales que ofrece la Biblioteca Pública Virgilio Barco. Desde literatura, pasando por cuentería, música, cine y hasta talleres de formación en diferentes ámbitos. Una oportunidad para no desaprovechar.

La tarde de ese sábado, el cielo estaba gris, aun así tomé mi camino hacia la Biblioteca Pública Virgilio Barco –BPVB-. Había una charla sobre la relación entre rock y literatura que me interesaba escuchar. La buseta se demoró en pasar y las nubes grises que se acumulaban, amenazaban con desgajarse sobre nosotros. Finalmente, después de veinte minutos de espera, la ruta apareció y pude continuar con mi camino sin necesidad de mojarme por completo.

Mientras iba dentro del vehículo, el aguacero arreció fuertemente y para cuando llegó el momento de bajarme, ni siquiera el paraguas pudo librarme de que la lluvia me alcanzara y me mojara. Corrí cuanto pude hasta alcanzar la entrada de la biblioteca; una vez adentro, respiré tranquila, puesto que ya estaba en territorio seguro, es decir, un lugar confortable, cálido y seco.

El reloj ya marcaba las 2:15 de la tarde; la charla comenzaba a las 2:00 p.m. No obstante, cuando entré a la Sala de Música, que es donde se lleva a cabo la actividad, me di cuenta de que no era la única retrasada por el aguacero. El tallerista acababa de llegar y se estaba disculpando por la demora.

Wilson Herrera, el tallerista, inicia la charla hablando ese día sobre la influencia que han tenido las comunidades afrodescendientes en la creación del rock a través de ritmos como el blues y el jazz. Somos siete personas sentadas allí las que escuchamos la historia, y una de ellas es Natalia Montejo, la promotora de lectura de la franja juvenil y adulta de la BPVB. Lamentablemente, este tipo de espacios cuentan con poca participación, a pesar de que están abiertos gratuitamente al público.

La promotora Montejo dice que “esto se debe a que ese espacio en particular está recién abierto y que la gente todavía no lo conoce”. Pero no es la única actividad con baja asistencia, a las 3:00 de la tarde, en la Sala General, se lleva a cabo el Café Literario, un lugar de reunión para que las personas puedan disfrutar de la lectura en voz alta de obras de literatura y también puedan comentar sus impresiones y/o sentimientos al respecto. Ese día se reúnen nueve personas, incluyendo nuevamente a Natalia que lo coordina, quienes alrededor de un tinto o un agua aromática comparten y discuten el libro “Los Ríos Profundos” del peruano José María Arguedas. La historia los atrapa y los conmueve con la travesía de Ernesto, el protagonista, que viaja al lado de su padre por buena parte del territorio peruano.

“El Café Literario es una gran oportunidad para disfrutar en compañía de esa actividad que tanto nos apasiona: la lectura”, me cuenta el Sr. Carlos, quien cada vez que puede asiste a los cafés. Deberían tener más afluencia, pero lo cierto es que ese tipo de actividades culturales suelen ser aprovechadas por pocos, o al menos las que están relacionadas con la literatura. El tallerista Herrera expresa que una de las razones es la falta de mayor divulgación, que por ejemplo fue él quien propuso utilizar el correo electrónico para enviar boletines con la agenda cultural.

Sin embargo, no todos los espacios presentan este problema, a las 5:00 p.m. comienza un evento un poco más dinámico: la presentación de cuenteros que se realiza en el Auditorio de la biblioteca. Me acerco allí y observo que en este lugar sí hay bastante asistencia, especialmente de padres que llevan a sus hijos a distraerse de manera didáctica y gratuita. “Me gusta traer a mis hijos a esta clase de eventos, son entretenidos, creativos, los hacen reír y no me cuesta dinero”, me comenta una madre que se encuentra sentada a mi lado, mientras sus dos pequeños, un niño y una niña de menos de cinco años se ríen con las actuaciones de la cuentera que está en el escenario en ese momento. Está contando una historia sobre una princesa que se aburrió de estar encerrada en el castillo esperando a su príncipe azul y se fue ella misma a rescatarlo de un dragón que lo tenía secuestrado.

Aunque atrae bastante a los chicos, lo cierto es que entretiene a los grandes por igual, pues las risas de los que ya dejamos atrás la niñez, tampoco se hacen esperar. Disfrutamos el evento y escuchamos a cuatro cuenteros. Casi a las 7:00 de la noche salen todos y se despiden rifando algunas boletas entre el público para que asistan a unas funciones que tienen preparadas.

Mi tarde allí en la BPVB ha terminado y ya es hora de dirigirme a casa. La biblioteca la cierran a las 8:00 p.m. y antes de salir contemplo a la gente que se encuentra en la exhibición de cine en la Sala de Música, o a todos los que aprovechan hasta el último minuto para consultar libros de la Sala General o de la Sala de Literatura. Recuerdo que en una ocasión pasada, cuando yo también estuve un sábado hasta tarde investigando material para un trabajo académico, uno de los auxiliares de la Sala General me dijo que el sábado y especialmente el domingo eran los días en que más consultas tenían, puesto que era el tiempo libre de las personas. Supongo que al día siguiente, tendrán una jornada mucho más agitada.

Reclamo mi morral de los casilleros y salgo de la biblioteca, la lluvia ha cesado por completo y la luna se ve clara entre las nubes. Aun así, el helaje impera en el ambiente, pues sopla una brisa fría y húmeda que se cuela y se siente pese a mi chaqueta. Recorro el trayecto hasta donde pasa la ruta que me lleva a mi lugar de destino. Mientras espero, pienso en que no debería desaprovecharse un lugar como la BPVB, puesto que no sólo es un sitio para consultar bibliografía; sino que es un completo centro cultural que ofrece todo tipo de actividades para grandes y chicos, que busca promover la lectura, escritura y la curiosidad por el arte. Y al menos en mi concepto, diría que lo está logrando.


Escucha la entrevista a Wilson Herrera, tallerista de la BPVB